Que se vea lo que queremos ser.


“Que se vea lo que queremos ser”. Esa fue la premisa con la que el Athletic saltó al Bernabeu, en palabras de Mikel Rico al finalizar el encuentro. Partiendo de la base de que  el momento propicio para visitar al Real Madrid no existe, ya que, o por h, se encuentra en racha y está lanzado, o por b, es un submarino inmerso en cualquiera de las doscientas crisis que vive cada temporada por un par de malos resultados y necesita redimirse, hacerlo sin la mitad de tu once titular no invitaba al optimismo precisamente. Mirar la alineación del Athletic, más aldeana que nunca respecto a la poderosa galaxia florentiniana, con sus mejores piezas en la enfermería o de baja por sanción, producía hasta cierta ternura, tan evidentes asomaban las costuras y el aire de circunstancias.

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Lege zaharra, eta bi ezusteko.


Lege zaharreko derbia jokatu nahi zuen Athleticek, eta hasiera hasieratik nabaritu zen. Azken urteetan, eta esaera aldrebestuz, etxean uso izandako zurigorriek gogotsu ekin zioten soinua jotzeari, etengabe hauspoa bete eta erasoan husteko duten abilezia berezkoa baliatu nahian. Arnasestuka, erauntsian dotore moldatzen den taldea da Valverderena. Errealari, aldiz, ez zitzaion joan-etorri urduri horretan nekatzea komeni, eta termometroa jarri zioten hasiera hasieratik partidari, etxekoen sukarra jaitsi eta baloiaren  noraeza mantsotu nahian. Eusebio Masian zaildutako entrentzailea dela argi geratu zen lehen ordu laurden horretan; baloiaren ezkutaketan aritu ziren bere jokalariak, arrisku handirik sortu gabe, baina San Mameseko zaletuek hain gustuko dituzten oldarraldiei aukera txikiena eman gabe.

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BALOI BATEN ATZETIK. Despedida y cierre III. El ladrón. Eñaut Barandiaran


Mientras pasea por la ribera de la ría, se sorprende de poder escuchar el chancleteo cansino de sus pies, y el agua chapoteando tranquilamente en pleamar. La brisa mantiene el termómetro por encima de los 25 grados, a pesar de que es más de medianoche.  El estruendo de la ciudad bebiendo, cantando, gritando y sudando ha dejado paso a un silencio tristón de gargantas secas y ojos enrojecidos, sólo roto por los tambores lejanos de los profetas del “alcohol, alcohol, alcohol… hemos venido a emborracharnos y el resultado nos da igual”, reunidos en las diferentes zonas de marcha de Bilbao. Más que callarse, a la ciudad la han silenciado de un bofetón. Para ser más exactos, de tres tortazos consecutivos que se ha tenido que tragar sin tiempo para masticar siquiera. La sensación de deja-vu se ha apoderado de los aficionados, daltónicos e incapaces de distinguir entre el azul y grana de Messi y Pedro y el rojo y blanco de Falcao y Diego de quince días atrás. Dos finales calcadas en su desarrollo, nudo y desenlace. Dos desilusiones mayúsculas tras muchas alegrías del mismo calado,   intenta consolarse sin demasiado convencimiento.

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