Estímulo


Luis Enrique no se cansó de repetir que enfrentarse al Athletic suponía un estímulo para los barcelonistas, tras haberles privado del ansiado y cacareado sexteto. De todos los rivales imponentes a los que se enfrentaron los blaugrana la temporada pasada, tan solo los rojiblancos fueron capaces de privarles de un título o copa (entiéndase esto sin doble sentido). En su momento, incluso en Bilbao surgió la duda de como interpretar aquel triunfo inesperado: el debate sobre la conveniencia de sacar la gabarra o no ocupó un importante espacio tanto a nivel mediático como a pie de calle. Finalmente el club optó por una solución salomónica: se celebró con grandeza, pero no como si de un título grande se tratara. Al fin y al cabo, y pese a que la ausencia de títulos se contaba por lustros en Ibaigane, era una Supercopa, y ante un Barcelona con el síndrome post vacacional aun a cuestas. La perspectiva del tiempo, en cambio, ha colocado este triunfo en la categoría de lo excepcional, y no a nivel local, por aquello de haber roto una larga sequía, sino incluso a escala global, en tanto en cuanto es el único lunar en una trayectoria simple y llanamente memorable. Por lo tanto, es fácil entender porque el Athletic representa, a día de hoy, un estimulo para el Barcelona. Fue Mikel Rico quien mejor definió el cambio de mentalidad en unos y otros, cuando saltaron a calentar y le comentó a un compañero: “Antes nos aplaudían al salir, ahora nos silban”.

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