Existía la impresión generalizada, sustentada en datos como los aportados por la web juego de cabeza, http: //juegodecabeza.com/el-viaje-a-ninguna-parte/, de que era necesario que los astros se alinearan y el árbitro no se alineara con el Real Madrid para que el Athletic pudiera sacar algo del Bernabéu. Pero lo que sucedió fue que el único astro que se alineo el sábado resulto ser Karim Benzema, y el árbitro no señalo una mano clarísima de Coentrao con el 3-1 en el marcador. Todo esto puede alimentar la leyenda del pobrecito Athletic, una víctima propiciatoria en terreno hostil, pero esta actitud sólo podría servir para enmascarar un esperpéntico partido de los rojiblancos: El Athletic no fue víctima más que de su horrible partido, su manifiesto complejo de inferioridad ante un rival que ni siquiera se vio exigido a demostrar su mejor versión, y siendo honestos, aunque el árbitro hubiera pitado el penalti y el Athletic lo hubiera marcado, si el Real Madrid se hubiera visto en la necesidad de marcar 16 goles, no habría tenido excesivos problemas en marcar 12 o 13.
Reconozco que me repatea el mensaje de que en Madrid es imposible ganar, el árbitro etc.… cuando los meritos contraídos durante los 90 minutos no sirven ni para salvar al utillero. Son mensajes de equipo pequeño, acomplejado y llorón, que no atienden a la grandeza de un club como el nuestro. Nos podremos quedar en el lamento, en la crítica descarnada a Llorente por saludar a un sector de la afición madridista que le aplaudió porque le ve como una especie de Cid Campeador en manos del vasco infiel, obviando que al finalizar el partido el resto de sus compañeros volvió a intercambiar camisetas con su rival como si no hubiera pasado nada y todo lo acontecido entrara en el guión, pero la realidad es que el Athletic dio autentica lastima.
Aunque, bien es cierto que lo más grave no fue el marcador ni la pobre imagen del equipo, sino los canticos de un sector de la afición madridista a Gurpegi y Susaeta, y sobre todo, la actitud miserable y cobarde del árbitro, que se negó a reflejarlos en el acta con la triste excusa de que “no escuchaba nada”, cuando se podían escuchar alto y claro por televisión. Excusas, y más excusas, para justificar lo injustificable. Lo ”bueno” de presentarse como víctima es que la responsabilidad de lo que ocurre es siempre de un tercero. Lo malo, que te lo acabes creyendo.